Energía nuclear y transición energética en la era pos-COVID-19

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En la transición energética que ha de ponerse en marcha en España, hay una fuente de generación de electricidad que resulta -más que necesaria- imprescindible, si se quieren cumplir los acuerdos de mitigación del cambio climático establecidos internacionalmente: me refiero a la energía nuclear.

Organismos nacionales e internacionales apuntan que en el futuro mix energético hay que mantener aquellas tecnologías que contribuyen a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Y entre ellas está la nuclear. El funcionamiento de las centrales no produce ninguna emisión de CO2. De hecho, en el año 2019 la energía nuclear ha supuesto más del 36 % de la electricidad sin emisiones contaminantes en España.

Además, la nuclear es una fuente de generación masiva, firme e ininterrumpida que contribuye a garantizar el suministro. El pasado ejercicio, el parque nuclear ha contado con factores de carga, de operación y de disponibilidad globales superiores al 90 %. Los siete reactores nucleares operativos en nuestro país (Ascó I y II, Almaraz I y II, Cofrentes, Trillo y Vandellós II) han conseguido situarse un año más, al igual que en la última década, como la primera fuente de producción eléctrica generando 55 824 GWh, más del 21 % de la producción eléctrica neta total.

La energía nuclear va a seguir en funcionamiento durante los próximos años. Así se recoge en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 (PNIEC) que –junto a la futura Ley de Cambio Climático y Transición Energética- constituyen los pilares del programa energético y climático del Gobierno de España. Las características del parque español de generación eléctrica nuclear –tanto su contribución al equilibrio técnico del sistema como al cumplimiento de los objetivos climáticos- hacen aún más relevante su papel en el desarrollo de la transición energética.

La declaración de pandemia por el COVID-19 y sus consecuencias han provocado un fuerte descenso de la actividad económica en España y, a su vez, una reducción importante en la demanda de energía eléctrica. Este hecho, junto a un recorte de los precios de las materias primas energéticas en los mercados internacionales, ha conducido a una gran disminución del precio medio de la generación eléctrica, situándose desde mediados del mes de marzo de 2020 en valores que no cubren los costes operativos de las centrales nucleares españolas –incluyendo las tasas e impuestos a las que se encuentran sometidas-. Por tanto, las autoridades competentes deberían revisar los tributos que de forma específica –en algunos casos redundantemente- gravan la generación eléctrica de origen nuclear en España, si se quiere salvaguardar su viabilidad económica.

La continuidad de la operación de las centrales nucleares conlleva, a su vez, el mantenimiento de la industria nuclear española, que goza de un gran prestigio y reconocimiento internacional por su experiencia acumulada, su gran nivel tecnológico y la preparación de las casi 28 000 personas que participan en sus actividades.

Se trata de un sector industrial que cubre toda la cadena de valor del ciclo del combustible en España. Más allá de las centrales nucleares, hay muchas compañías que generan empleo y una actividad económica importante, tanto en sus entornos inmediatos como en el conjunto de la economía del país y que, además, realizan grandes inversiones en I+D+i.

Con todos estos datos sobre la mesa, la energía nuclear se revela imprescindible para llevar a cabo esa necesaria transición hacia un modelo socioeconómico y energético sostenible, respetuoso con el medioambiente y en el que se garantice la recuperación del progreso y el estado de bienestar de todos los ciudadanos. Por ello, deben establecerse unas reglas de juego neutras que posibiliten una participación equilibrada de las distintas tecnologías en la descarbonización y la competitividad de nuestra economía social de mercado.

 

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