03 – Un amor de alta actividad

Pierre y Marie Curie
#RelatosRadiactivos

Os traemos el tercero de los #RelatosRadiactivos de #NuclearEspaña, una forma diferente de aproximarse a la ciencia y tecnología nuclear, por @gon_nuclear. Hoy contamos la apasionante historia de los Curie y su amor de alta actividad.

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ARTÍCULO COMPLETO (versión extendida)

Marie miró hacia atrás y sonrió pícaramente a Pierre, justo antes de esprintar por sorpresa con su bicicleta en el camino que atravesaba el bosque de Compiègne. Pierre intentó seguirla como pudo, hasta que ella se detuvo en un claro, exhausta por el esfuerzo y sin parar de reír. Pierre se bajó de la bicicleta y abrazó a Marie tan fuerte que ambos cayeron al suelo entre carcajadas.

Recostados sobre la hierba, quedaron suspendidos en el tiempo, acurrucados mirando el espeso follaje del bosque, entre ensoñaciones y suspiros compartidos. Sabían que eran una singular pareja de recién casados. Pierre era un caótico artista de la física, con un extraordinario olfato científico que asombraba a Marie. Un hombre tan austero en lo material como generoso en lo espiritual. Marie era sin duda el intelecto más brillante que Pierre había visto nunca. Contaba con una intuición poderosa, una motivación desbordante y una capacidad de trabajo excepcional. Una mujer apasionante y apasionada por la que Pierre habría vendido su alma al diablo.

Fue su mirada – pensó Marie, observando a Pierre con cariño –. Fue su mirada clara, serena y soñadora. Fue su mirada la que le sacó de las tinieblas en las que se encontraba desde aquel primer romance que acabó en tragedia. Qué no haría su creatividad, su ternura, su voz.

Fue su voz – pensó Pierre, deslizando su mano por la espalda de Marie –. Su voz pausada, firme pero cálida, con ese peculiar acento que la hacía irresistible. Fue su voz la que le invitó a romper su promesa de soledad científica. Qué no haría su tesón, su fuego, su amor.

Fue el amor por la ciencia el que, pocos años después de aquella luna de miel ciclista, empujó a Marie a medir metódicamente todos los compuestos conocidos buscando en ellos esos misteriosos rayos uránicos descubiertos por Bequerel. El 17 de febrero de 1898, Marie medía reiteradamente dos compuestos del uranio, la pechblenda y la charcolita, en busca de un porqué. “Es imposible –pensó Marie–, lo hemos comprobado mil veces: a más uranio, más ionización”. Pero parecía que aquellos dos tozudos compuestos se resistían a creer en la teoría. Ambos ionizaban hasta cuatro veces más que el uranio puro, lo que era un sinsentido teniendo en cuenta que ninguno de los elementos que los componían, salvo el uranio, producía ionización.

De repente, Marie tuvo una intuición: tenía que haber algo más. Algo más que uranio. Un elemento fantasma. Escurridizo. Escondido entre las impurezas de la charcolita y la pechblenda. Desconocido, puesto que no se encontraba entre los elementos puros ya identificados. Quizá pariente del uranio y del torio, con el que compartía esa característica tan especial que Marie había bautizado como radiactividad (la capacidad de emitir rayos de forma espontánea). ¡Un cuerpo nuevo!

La pasión de Marie arrastró a Pierre a dejar de lado sus temas de investigación y a trabajar con ella codo con codo con esos compuestos tan díscolos. Inquebrantables, juntos en un mismo objetivo, Marie y Pierre trabajaron duramente durante meses, empleando un proceso de separación química muy arduo, para aislar a aquel fantasma de los otros 30 compuestos de la pechblenda. Y medir metódicamente después de cada separación, para comprobar en cuál de los compuestos separados se encontraba aquel desconocido, gracias a seguir la pista de su actividad ionizadora. Incontables veces después, midieron la muestra y encontraron que era 400 veces más activa que el uranio. Parecía ya obvio que habían encontrado un nuevo elemento. Ambos se abrazaron con alegría, exhaustos pero exultantes. “Marie –le susurró Pierre–, es necesario que le busques un nombre… Sí, Pierre –contestó ella– ¿y si le llamáramos Polonio?”.

Pierre y Marie Curie en 1903. Fuente : Wikipedia Commons

Marie Curie escogió investigar los misteriosos rayos uránicos (o hiperfosforescencia, como propuso el inglés Silvanus Thompson) descubiertos por Bequerel para la realización de su tesis doctoral no financiada por entidad alguna. Pierre dividió su laboratorio de la Escuela Municipal de Física y Química Industrial para que Marie tuviese tiempo y espacio para sus investigaciones. El problema inicial para poder avanzar más allá de los trabajos de Bequerel residía en la dificultad de medir con precisión las corrientes de ionización del uranio que el científico francés había conseguido detectar. La solución pergeñada por los Curie fue el montaje de un dispositivo experimental que combinaba una cámara de ionización con la balanza de cuarzo basada en el efecto piezoeléctrico desarrollada por Pierre y su hermano Jacques años atrás. Con esa nueva instrumentación, se podía medir con precisión las bajas corrientes de ionización que provocaba el uranio. Gracias a ello, pudieron demostrar que la ionización que registraban era proporcional a la cantidad de uranio que depositaban en la cámara de ionización.

Pero, Marie se preguntó: ¿por qué dicha propiedad tenía que ser exclusiva del uranio? Para intentar responder a esa pregunta midió la ionización de todos los elementos conocidos, gracias al muestrario prestado por el Museo de Historia Natural de Francia. El único elemento puro que provocaba una ionización comparable al uranio fue el torio. El torio, junto con la proporcionalidad de la ionización con la masa del uranio ayudaron a confirmar una de las más importantes intuiciones científicas que los Curie regalaron al mundo: la radiactividad (término acuñado por Marie) era una propiedad física de la materia (un proceso atómico), no el resultado de un proceso químico. Y además, esa propiedad no era exclusiva de un compuesto particular. Esa genial idea ayudó a comenzar a levantar el velo de misterio que ocultaba la estructura de la materia.

Al continuar Marie las mediciones con compuestos más exóticos, encontró que dos compuestos que contenían uranio (charcolita y pechblenda) eran más ionizantes que el uranio puro. Marie tuvo la intuición que allí tenía que haber algún elemento más que fuese hasta entonces desconocido. Pierre coincidió en el diagnóstico y dejó de lado sus investigaciones sobre cristales para poder trabajar con Marie a tiempo completo. Al poco tiempo, confirmaron la existencia de elementos más radiactivos que el uranio en las impurezas de la pechblenda y la charcolita. Al primer nuevo elemento lo llamaron polonio, en honor a la patria de Marie, y al segundo lo denominaron radio (del latín radius, rayo).

Pero para poder consolidar sus descubrimientos necesitaban aislar los elementos puros, trabajo complejísimo que costó 4 años y 3 toneladas de pechblenda para 0,1 g de cloruro de radio y ninguno de polonio (su periodo de semidesintegración es muy corto y no consiguieron aislarlo). Pese a las presiones externas, no quisieron patentar el complicado proceso químico para que la humanidad pudiese disfrutar del nuevo elemento sin cortapisas. Años después y gracias a las investigaciones iniciadas por los Curie, la radioterapia (también llamada curieterapia) fue desarrollándose a medida que las capacidades técnicas y los conocimientos sobre el daño biológico de la radiación iban avanzando.

Los descubrimientos que llevaron al Nobel de Física a los Curie dieron un gran impulso a la investigación en la estructura de la materia, que por aquellos tiempos andaba revolucionada por los descubrimientos de J.J. Thompson en Cambridge. Pero eso es otra historia que merece ser contada en otra ocasión 😉

Para los más curiosos se ha creado una versión extendida en PDF con más información biográfica de la singular pareja y comentarios a la bibliografía recomendada. Os animamos a descargarla, la podéis encontrar en la parte superior del texto 😊

Nota del autor (dedicatoria)

Quiero dedicarle este artículo a todas las mujeres que se dedican a la ciencia y la ingeniería. Quiero decirlo claro: yo lo he tenido más fácil que la mayoría de vosotras. Nadie me preguntó nunca por qué elegí estudiar Física en vez de una carrera más acorde con mi género. Nadie cuestionó mis capacidades por motivos de género. Nadie me infravaloró en mi trabajo o recibí un salario menor por cuestiones de género. Nadie me sugirió cuando hacía horas extra que debería estar en casa cuidando a mis hijos. Por eso contáis con todo mi respeto, mi apoyo y mi admiración. Que nadie os pare nunca.

Bibliografía

Libros y artículos

Material audiovisual:

Bibliografía para niños:

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