a arquitectura representa una novedosa incorporación que ha sido escasamente abordada en el sector nuclear, pero que tiene el potencial de ampliar la definición técnica y tecnológica de sus instalaciones. Raramente se han explorado los valores estéticos vinculados al trabajo del arquitecto. Esto puede deberse a que el diseño de centrales nucleares está tradicionalmente asociado a equipos técnicos altamente especializados, lo que hace que sea poco común que los arquitectos colaboren en su definición. De hecho, hasta la década de los setenta apenas encontramos referentes de calidad en el marco internacional. Este artículo, sin embargo, pretende arrojar luz sobre las anónimas y apenas conocidas intervenciones llevadas a cabo una década antes por arquitectos de reconocido prestigio en las primeras centrales nucleares españolas, aquellas proyectadas y construidas entre 1963 y 1972.
La participación de arquitectos en la construcción de estas plantas representa un hito tanto en el campo de la arquitectura como en el de la ingeniería. España se convierte en un país pionero al incorporar de forma generalizada a este colectivo. Reino Unido, por ejemplo, incorpora de manera puntual a ciertos arquitectos de renombre desde los años cincuenta o Francia incluso forma una escuela de arquitectos para diseñar instalaciones nucleares, pero ya en los años setenta. Las empresas promotoras de las instalaciones españolas incorporan de manera novedosa una década antes la necesaria sensibilidad y el conocimiento artístico de los arquitectos debido a la preocupación estética de situar estas centrales en enclaves naturales de alto valor paisajístico. Si bien los aspectos técnicos y tecnológicos son determinados por la industria, los arquitectos desempeñan un papel clave en su definición estética al potenciar la expresión permanente de las enormes estructuras e incorporar interesantes estrategias para embellecerlas e integrarlas de manera armoniosa en el paisaje.
A diferencia de la técnica o la tecnología, la arquitectura admite variables no estrictamente funcionales y, por tanto, el resultado de una instalación puede variar dependiendo del arquitecto que la proyecte. Adelantando una de las conclusiones presentadas en este artículo, podemos definir cada una de las instalaciones analizadas como la suma de dos mitades, ya que además de replicar modelos tecnológicos exportados de países como Francia y Estados Unidos, incorpora notables diferencias en la definición de los programas y en las singularidades de la envolvente. Así pues, las propuestas recogidas en este artículo suponen una valiosa muestra de cómo la arquitectura puede mejorar los esfuerzos de la ingeniería en el diseño y mejorar así la imagen e integración en el entorno con los mínimos recursos.